En pleno año 2020, en un mundo cada vez más lleno de tecnologías, existe también cada vez menos espacio para la incertidumbre. Los avances tecnológicos y los medios de información accesibles en nuestras sociedades modernas nos han acostumbrado a eliminar el factor duda y al no tener una respuesta inmediata a lo que nos preguntamos o queremos saber.
Aun así, existen todavía algunos lugares del mundo donde quedan rincones que hacen posible la exploración y la búsqueda de lo desconocido. El siguiente relato es la historia de mi última expedición en la Patagonia durante esta última temporada, una expedición en la búsqueda de aventura y lo inexplorado.
La Patagonia Chilena, esconde aún una gran cantidad de zonas indocumentadas, con escaza información y documentación imprecisa que hacen difícil la planificación de expediciones en estos lugares.
A principios de este verano organizaba una nueva expedición en el territorio de la Patagonia Chilena. La visión era explorar un remoto cordón de montañas ubicado muy cerca de la costa, lo que generalmente implica abundante nubosidad generada por la humedad del Pacífico. Esta misma humedad es la que ha imposibilitado la documentación de algunas montañas; producto de aquello muchas zonas de altas cumbres y extensos glaciares aparecen en el mapa como una zona blanca con las siglas S.V.E. (sin visión estereoscópica), lo que en palabras común y corrientes significa que no hubo visibilidad al momento de obtener la información para levantar la topografía oficial del lugar.
Esta expedición nació con la idea de ir a explorar estos lugares.
Nuestra aproximación comenzó por un valle poco transitado, donde solo la única familia de pobladores que habitan el valle transita para bajar a la carretera de vez en cuando en busca de provisiones.
El tiempo durante esas semanas en esta zona estuvo inestable, con mucho viento, nieve y lluvia, lo que hizo aún más difícil poder ver lo que de todas formas no conocíamos. El misterio, seguiría siendo misterio hasta que las nubes eventualmente se levantaran y nos dejaran ver hacia donde nos dirigíamos.
Nuestro último día de aproximación teníamos el objetivo de encontrar un campamento protegido del viento y la nieve. Caminamos en medio de la tormenta pensando que queríamos estar en una buena posición para cuando la ventana de buen tiempo se abriera. Caminamos hasta que prácticamente no quedara luz de día. Esa noche las temperaturas bajaron más de lo común, llegando a marcar -9oC dentro de la carpa.
La mañana siguiente el silencio era absoluto. Un silencio característico cada vez que una tormenta pasa y los cielos se abren. Me apuré en salir de mi saco de dormir, ansioso en lo que iba a poder ver en los próximos segundos. Me puse mis zapatillas para salir, y abrí la puerta de la carpa.
Lo que no habíamos podido ver antes y solo imaginar hasta ahora, estaba ahí… un hermoso cordón nevado con una serie de cumbres que se levantaban desde lo alto del glaciar. ¡Es increíble descubrir todo lo que puede esconder una zona indocumentada en el mapa! El territorio inexplorado había dejado de serlo.
Mis ojos se concentraron en una cumbre específica que se levantaba al sur del cordón, una cumbre como las que soñamos cuando imaginamos una montaña en nuestra infancia, algo así como un triángulo casi perfecto cubierto en nieve y hielo. Fue un objetivo natural por lo estético de su formación.
Al día siguiente nuestros despertadores sonaban a las 3 AM, nuestras linternas comenzaban a alumbrar el campamento mientras arreglábamos nuestros equipos para partir en la mitad de la noche. Botas, crampones, arneses y mochilas puestas en nuestros cuerpos para comenzar nuestro ataque a la cumbre.
Tras sortear un laberinto de grietas, ver el amanecer, y ver más tarde como el sol salía acercándose cada vez más, logramos llegar a la base de la montaña. La escalada posterior sería solo la guinda de la torta para una expedición exploratoria que lograba un gran objetivo.
Hay ciertos momentos en la vida de un montañista que son especiales, sin duda lograr llegar a una cumbre es uno de ellos, no solo por el hecho de llegar hasta el punto más alto alcanzado, si no que también por la sensación de logro después de haber trabajado tanto para planificar y organizar un viaje hasta algún lugar.
Todos vamos a las montañas motivados por diferentes razones; Las motivaciones de cada uno para embarcarse en algún proyecto, aventura o expedición tienen distintos aspectos y destinos. Para mi esta vez, un lugar blanco en el mapa fue motivo suficiente para planificar una expedición y ver lo que encontramos. Estar en la cumbre de esta montaña fue un regalo de la vida. Tener la oportunidad de alcanzar lugares que están inexplorados e indocumentados es una oportunidad bien especial que esta vez terminó con una bonita ascensión.
La Patagonia es y seguirá siendo un territorio salvaje con muchos lugares inexplorados. Hoy aquella hermosa y remota montaña puede ser conocida como Monte Admiración. Un nombre que refleja su estética formación, pero que también recuerda la admiración que algunas personas que han pasado por nuestras vidas nos pueden llegar a generar.
*En memoria de mi abuelo que dejó de estar corporalmente con nosotros en esta tierra y de seguro ahora se encuentra en un lugar mejor.
Gracias Felipe.