El valle de Yosemite ha marcado para mí un antes y un después en la escalada, fuimos por primera vez con Cristóbal Señoret en 2016, simplemente es la Meca de la escalada en granito, pues el acceso a las grandes paredes es tan fácil que uno puede enfocarse únicamente en la escalada, sin tener que aproximar largas distancias o preocuparse por el mal clima. Entonces podemos progresar concentrándonos únicamente en la dificultad de la escalada, casi sin distracciones logísticas. 
Me atrajo mucho este lugar por su enorme historia y el desarrollo que ha generado en la escalada mundial, además , de la altísima calidad de su roca. En el valle existen rutas de todas las dificultades y extensiones, esto lo hace perfecto para escalar todos los días, sea recreativo o buscando nuestros límites. 
El Capitán es la pared más icónica de Yosemite y tiene 900 m de altitud. “Salathé Wall” es una de sus primera rutas abierta en 1965 por Royal Robbins , se llama así en honor al pionero de la escalada de los años 40 John Salathé. 
En 2017 pude escalar la variante “Freerider” en libre en tres días , entonces vi el headwall de Salathé, la ruta original, me marcó la estética del granito y sus fisuras, los techos, la evidente dificultad que significaba para mí un siguiente paso en la escalada, así nació la motivación de comenzar a entrenar para encadenarla. 
Fueron dos años enfocados al progreso de la escalada deportiva y de fisuras, buscando mejorar mis aspectos técnicos y de resistencia. Entremedio del entrenamiento hubo muchos viajes, principalmente a la Patagonia, que es el motor que mueve toda mi motivación para seguir mejorando. Así pasaron dos años, el aprendizaje fue muchísimo, desde pulir la técnica en boulder entrenando con el profe Lucas Gaona, hasta escalar el Paine Grande con la máquina Cristobal Señoret. 
Finalmente en otoño de 2019 me sentí preparado para darle un pegue a Salathé desde el piso, quise intentarla así, sin probar los largos duros desde la cumbre, principalmente porque la escalada clásica es desde abajo para arriba, así se viven momentos más intensos de incertidumbre y aprendizajes que no se adquieren de otra forma, además este estilo sirve de práctica para Patagonia, ya que esas montañas no tienen acceso a cumbre si no es escalando. 
Viajamos en septiembre de este año junto a Nicolás Gantz y Carlos Lastra quienes registrarían el ascenso y apoyarían en todo durante el proyecto. 
Como cordada me acompañaba Diego Díaz, un talentoso escalador de Puerto Montt, con quien he compartido este camino vertical desde sus inicios y hemos ido mejorando a la par. Fue Diego quien me acompañó al ascenso en libre a Freerider, él conoce la ruta y tiene mucha experiencia en la escalada de grandes paredes, además compartimos la visión, los ideales y principios del montañismo, por eso él era mi compañero ideal para este pegue.
El primer día en Yosemite fue de locos, me levanté temprano con jet lag a ver el amanecer y fui a mirar el mítico “Midnight Lightening” me motivé a probarlo y sorprendentemente salió al tercer pegue, felicidad total al no caer en el mantle final.
Ese boulder me dio la seguridad mental y que necesitaba para intentar la Salathé.
Quise comenzar a hacer los bolsos al tiro para subirlos al largo diez de la ruta, pero no había visto a Diego durante toda la mañana, así que lo fui a buscar. 
Lo que ocurrió entonces fue sumamente triste, Diego me contó que debía regresar a Chile lo antes posible, por motivos de fuerza mayor. 
Yo entendí que el proyecto había terminado en ese momento, y lo llevé inmediatamente  al terminal de trenes de Merced. Diego partió rumbo a casa y con él partieron también mis esperanzas de escalar Salathé en libre. 
Al regresar a Camp 4, no sabía si este viaje tenáa sentido aún, sin mi cordada era imposible hacer el pegue, me costaba mucho entender y aceptar lo que había pasado, al final se nos hizo tarde conversando con Nico y Carlos y me fuí a dormir sin darle más vueltas al asunto. A la mañana siguiente, pensando que hacer, entendí que hay cosas que se escapan de nuestro control y que por adversas que sean sólo podemos asumirlas y continuar adelante. Sabía que el proyecto corría peligro pero entonces fue cuando la suerte nos ayudó y nos mandó a Austin directamente desde Pirque.
Tuvimos la fortuna de encontrarnos con él en Yosemite, justo coincidimos en las fechas y él estaba viajando solo. Sin pensarlo dos veces le pregunté si se motivaba a escalar conmigo la Salathé en 5 o 7 días máximo, Agustín lo pensó unos momentos ya que tenía sus propios planes y nunca habíamos escalado juntos, finalmente accedió con gusto y así en un día el proyecto renació de las cenizas. 
Nos pusimos a hacer los bolsos de inmediato y planificar el ascenso, Nico escalaría con nosotros y documentaría todo desde la pared mientras que Carlos grabaría el ascenso desde el valle con un lente telescópico. 
Básicamente necesitábamos mucha agua, el sol de california es muy fuerte y la deshidratación no es una opción si se intenta escalar en libre, llevaríamos un portal edge para los tres y el tercero dormiría en las terrazas. 
Comenzamos a izar los equipos ese mismo día hasta el largo 10, nos tomó toda la jornada y bajamos a descansar ya de noche. El día siguiente había pronóstico de lluvia pero hicimos igual un pegue hasta el largo 20 para dejar arriba equipo, agua y comida. Pasamos esa noche en “The Alcove” y nos nevó un poco, pero pudimos mantener las cosas secas y bajamos temprano a la mañana siguiente. Todo iba según el plan y la cordada funcionaba perfecto. Nos sentíamos listos y llenos de motivación para el pegue. Ya teníamos toda la logística para pasar 7 días en la pared y descansamos unos días antes de montarnos en la ruta. 
El día del pegue nos levantamos a las 4 am y comenzamos a escalar “Freeblast”. A las 11 am estábamos en el largo 12 “Heart Ledges”, ahí comimos algo y continuamos hasta el largo 20. Llegamos a descansar a “The Alcove” a eso de las 4 pm, una larga jornada pero ya teníamos los 20 primero largos liberados. 
A la mañana siguiente continuamos temprano hacia el primer crux de la ruta; el famoso “Boulder Problem”. Salió al segundo pegue lo que me dejó muy contento y continuamos hasta el largo 26; “The block” que sería nuestro segundo campamento, a eso de las 1 pm ya estábamos comiendo y descansando, la planificación se iba cumpliendo sin observaciones. 
El tercer día despertamos temprano en “The Block” ya sintiendo un poco los días en la pared, alistamos todo y continuamos hacia el segundo crux de la ruta: “Enduro Corner”. Salió al primer pegue, eso nos ahorró mucho tiempo y energía, muy contentos continuamos por el techo hacia la derecha donde se dividen “Freerider” y “Salathé Wall”, desde ahí todo era nuevo para mí.
Quise darle un buen pegue a vista al techo y me enfoqué en leerlo bien, comencé el largo y protegí bien antes de una sección que se veía dura, me comprometí con un paso expuesto, apreté a muerte unas regletas invertidas y pasé hasta encontrar un descanso. 
Salió el techo a vista y la alegría fue altísima, ya estábamos en el borde del Headwall desde donde se veían los tres largos más duros de la ruta, decidí escalarlos en artificial para ahorrar energía y para poder llegar a “Long Ledge” que sería nuestro campamento hasta liberar estos tres largos. Durante la escalada en artificial aproveche de leer bien los largos y marcar algunas tomas y pies, pero parecían duros y los tres de estilos diferentes. A eso de las 3 pm del tercer día ya estábamos instalados en “Long Ledge” y nos dedicamos a comer y descansar. Decidimos tomarnos el cuarto día de descanso para recuperar el cuerpo y las manos.
El cuarto día fue maravilloso, despertamos sin alarma en una terraza a 800 metros del suelo sin preocupaciones ni tareas más que disfrutar comer y descansar. Pudimos contemplar el valle y ver desde arriba las otras cordadas escalando diferentes rutas del capitán. Contamos historias, escuchamos música y hablamos de lo linda que es la escalada. 
A la mañana siguiente desayunamos y rapeleamos los tres largos para comenzar a trabajarlos. El primero es un largo de diédro abierto, ligeramente desplomado, de empotres anchos y salida de placa con pies pequeños. Me tomó toda la mañana aprender la secuencia correcta y para cuando ya la tenía clara, no me quedaban fuerzas. 
Subimos a la terraza a descansar, un poco frustrado por no haber avanzado nada el quinto día, pero por lo menos con la secuencia clarísima en mi mente. Nico y Agustín me subieron el ánimo todo el tiempo con sus historias y buena onda, sin ellos hubiese sido imposible seguir adelante, pues aún faltaban los tres largos más duros de la ruta y nos quedaban solo dos días de autonomía. 
La sexta jornada en la pared fue increíble, amanecí temprano con altísima motivación, esperamos la luz del sol y rapeleamos al primer largo del Headwall, calenté un pegue y sentí que al siguiente pegue podía encadenar, memoricé nuevamente la secuencia y me monté sin expectativas, pasé el diedro y me pude parar en la placa, por fin llegue al anclaje, llegó una sensación de alivio, pues teníamos un largo menos del cual preocuparnos. Quedé muy feliz y pensé que quizás los otros dos largos también saldrían ese mismo día. 
Pero no fue tan así, el segundo largo es una fisura desplomada de 40 metros con dos techos pequeños que varía su ancho desde dedos hasta mano apretada, un manjar. Quise dárselo todo en el primer pegue y comencé a escalar pasando por las secciones duras al borde de caer y tratando de mantener la respiración constante. Avanzaba lentamente, cada vez más cansado hasta que encontré un empotre de manos antes del crux final, intente recuperar en el empotre, ahí la fisura de sella a punta de dedos y hay que pisar en la placa para salir hacia el anclaje, estaba agotado y no me sabía la secuencia, intenté resolver dos veces la salida y en el tercer intento volé. El pegue duró 45 minutos y quedé muerto. 
Regresamos a la terraza con una mezcla de sensaciones, había salido el primer largo y casi sale el segundo, pero se sentían los días en la pared y necesitaba recuperar mis manos para darle nuevamente a la fisura del segundo largo. Decidimos tomarnos el séptimo día de descanso. 
No teníamos planificado estar más de 7 días en la pared pero sí teníamos la esperanza de encadenar los dos largos faltantes, así que Nico con su motivación incansable se ofreció para bajar al valle y traer comida y agua para pasar dos días más en la terraza. 
Con mucha alegría y un poco cansancio e incertidumbre nos fuimos a dormir. 
Amanecimos sin alarma el día siete en “Long ledge”. Cada vez se nos hacia más pequeña la terraza, pero Nico partió temprano para el valle y nos dejó más espacio para poder descansar con Agustín, compartimos lo que nos quedaba de comida contemplando el valle desde las alturas. Repasamos las secuencias de los largos  escuchando música y dormimos siesta, un buen día de descanso. A las 8 pm se fue el sol y Nico aún no regresaba, empezamos a tener hambre y pensar qué hacer si no llegaba de vuelta, nos quedaban dos barritas de cereal para el desayuno y un litro de agua, pensamos salir a cumbre en la mañana siguiente y partir a buscarlo. Nos fuimos a dormir con ese plan. A eso de las 11 pm me despierto con ruidos de cuerdas. Llegó Nicolás! Lleno de comida y agua, nos quedamos comiendo hasta las 1am, alegría total en la terraza, nos fuimos a dormir bien alimentados y con la motivación en lo más alto. 
Despertamos temprano el día 8, desayunamos ligero y bajamos al anclaje del segundo largo, comencé a escalar con un poco de ansiedad y sintiendo el cansancio de los días en la pared, los brazos y las piernas no rendían lo que yo hubiese esperado y volé antes de llegar siguiera al primer crux, entendí que estaba agotado pero intenté el largo dos veces mas, sin éxito. Exhausto sentí la impotencia de no poder montarme en la ruta, faltaba nivel y resistencia, también sentí el cansancio mental de pensar en encadenar la ruta durante tantos días y ver cómo mis posibilidades se agotaban pegue tras pegue. Después del tercer pegue quise subir a la terraza y pensar arriba qué hacer con más calma. Cuando llegamos a descansar vimos que nos quedaba comida para intentar un día más, decidimos no rendirnos e intentar la fisura una última vez al día siguiente. Habíamos hecho todo según el plan, la logística y la cordada funcionaron perfectamente, mis compañeros me apoyaron a muerte y eso me daba mucha alegría y tranquilidad. Nos fuimos a dormir y no pusimos alarma para el día siguiente, pues pensamos escalar la fisura en la tarde y así tener más tiempo de descanso.  
Al noveno día desperté y miré la fisura, fue extraño pues ya no sentía esas ganas de antes por encadenarla. Almorzamos y nos preparamos para bajar a probarla por última vez. Cuando iba descendiendo por la cuerda, miraba la ruta y sentía el dolor en las manos y pies, el cuerpo parecía no recuperarse durante la noche y la cabeza estaba llena pensamientos ajenos a la escalada, entonces finalmente decidí no intentar más. Liberé las cuerdas y continuamos los 5 largos hacia la cumbre, faltaron dos largos por liberar, la ruta había ganado esta batalla.
Salimos a cumbre con las últimas luces, comimos, celebramos el pegue y nos fuimos a dormir. Despertamos en la majestuosa cumbre del Capitán luego de 9 días en la pared, con muchos sentimientos, por un lado un poco frustrado y decepcionado de mi rendimiento, sentí que faltó resistencia y preparación física, pero eso me da mucha motivación para mejorar y progresar en mi escalada y en la vida. Por otro lado sentí la felicidad de tener un gran aprendizaje, de humildad y tolerancia, hacia mí, hacia los demás y hacia el fracaso, no siempre se tiene lo que se quiere, pero creo que es entonces cuando más se aprende.
Finalmente quedo tranquilo de haber dado todo lo que tenía, vamos a entrenar seriamente para volver más fuertes, ya conozco las exigencias de la ruta y la pared me dio la visión para enfocarme en el progreso y comprometerme con esta hermosa disciplina.
Ahora sólo espero el momento de revivir esta linda experiencia junto a Nicolás y Agustín, que me acompañaron y apoyaron incondicionalmente a lo largo del proyecto. Espero estar mejor preparado para entonces y lograr liberar “Salathe Wall”.
Hoy me encuentro entrenando lleno de motivación, para seguir empujando mis límites y lograr metas más ambiciosas, he visto que poco a poco todo es posible, solo hay que tener paciencia y mucha disciplina. La escalada es un deporte donde el progreso está ligado a la experiencia y eso no se puede acelerar. He hecho grandes amigos en estos cinco años y tenemos muchos proyectos para realizar con Juntos.
Continuamos avanzando, que siga la Escalada!!
Que buena experiencia Max ! ,  estamos felices de que compartas con nosotros cada uno de tus logros . Atentos nos quedaremos para saber de tus nuevos proyectos . Hasta pronto 😉                      Fotos / @nicogantz